Hoy es uno de esos días que te obligan a parar, aunque sea un momento, para respirar hondo y mirar atrás. Me encuentro recogiendo mi segundo título de doctorado, esta vez en la Universidad Pontificia de Comillas, sobre un tema que me apasiona: la Inteligencia Artificial y el impacto de sus datos en la industria del Fútbol.
No os voy a mentir, la sensación es de orgullo, pero también de alivio. Han sido años de trabajo, de muchas ideas que parecían buenas y otras que no tanto, pero todas me han traído hasta aquí. El Programa DBA de la Universidad Pontificia de Comillas – ICADE se encuentra entre las mejores del mundo. Concretamente ocupa el puesto 12 de un total de 148 según el Ranking Internacional de Dubai. Si alguien merece una mención especial es el profesor Sergio García, que supo guiarme, frenarme cuando era necesario y empujarme cuando dudaba. La paciencia que ha tenido conmigo debería ser motivo de estudio también.
Como vicepresidente del Cádiz CF, he de reconocer también a mi socio y amigo Manolo Vizcaíno, presidente de un club con 115 años de historia como el Cádiz, que me permita convertir a un club tradicional en pionero en la aplicación de tecnologías de Inteligencia Artificial y procesos de digitalización. El campo de mi tesis es un club histórico. Así jugaba en casa.
Este doctorado se suma al que defendí hace años en la Universidad de Cádiz, sobre El perfil competencial del tecnólogo en Andalucía. Aquel proyecto, dirigido por el profesor Carlos Guillén, fue mi primer acercamiento serio al mundo académico, y desde entonces tengo clara una cosa: la universidad y la empresa son dos caras de la misma moneda, si bien habría mucho que hablar sobre esa relación. Lo dejo para otro post. En cualquier caso, ese vínculo ha sido una constante en mi trayectoria.
No puedo evitar acordarme de Carbures, que nació como spin off de un grupo de investigación de la Universidad de Cádiz, y acabó siendo la primera empresa andaluza en salir a Bolsa (hoy Airtificial en el Mercado Continuo). Manuel Galán, su artífice académico, me enseñó algo que jamás he olvidado: la importancia de transformar el conocimiento en impacto real. De poco sirve lo que sabemos si no tiene una aplicación práctica.
Lo curioso de estos momentos es que no puedes evitar pensar en lo que te mueve realmente. ¿Por qué haces esto? ¿Qué te impulsa a seguir estudiando, investigando o creando? En mi caso, creo que siempre ha sido una mezcla entre la necesidad de entender el mundo y las ganas de cambiarlo, aunque sea un poquito.
Este doctorado no es solo un título para colgar en la pared; es una forma de seguir explorando lo que realmente me interesa: cómo la tecnología, y en concreto la Inteligencia Artificial, puede ayudarnos a ser mejores, a extender nuestros propios límites. Ahí es donde entra el concepto de Nomadar Artificial, una idea que llevo trabajando desde hace tiempo y que cada vez me apasiona más. En otro post de este blog ya hablé sobre ello. No se trata de una utopía futurista, sino de entender que las herramientas que tenemos a nuestra disposición están ahí para potenciarnos, no para reemplazarnos.
Recuerdo que cuando Carbures salió a Bolsa, el profesor Galán decía algo que me marcó: “Lo hicimos porque no sabíamos que era imposible.” Esa frase, lejos de ser un inalcanzable hasta que alguien lo hace realidad. Hoy, mientras sostengo este diploma, no cliché, es la esencia de cómo afronto cada proyecto, cada reto. Siempre hay algo más allá, algo que parece pienso en esto como un final, sino como otro escalón. Porque, al final, lo que realmente importa no es el reconocimiento, sino lo que haces con él.
Lo que sigue, como siempre, es trabajo, ideas y, sobre todo, la convicción de que lo mejor está por construir. Me acuerdo en estos momentos de mi hija Pilar, testigo constante de mi crecimiento, y yo del suyo; y de mi hijo Rafa, el cual me gana en testarudez, y en ser nativo de la IA con sus dos años. Por ellos también lo hago.
Vídeo del acto celebrado en la Universidad Pontifica Comillas de Madrid. Ver